17/Dec/1997

Las esculturas de Margarita Checa Toca MADERA

Formada en la católica, y residente varios años en Costa Rica, Margarita Checa ha vuelto al Perú para quedarse. Esta semana se inauguró en Barranco una muestra de sus estilizadas esculturas en cera, madera y bronce. Nunca los silencios fueron más expresivos.

No todas son en madera. Margarita Checa trabaja en cera perdida primero, y sus obras pasan luego, algunas, las que se imponen solas, a la madera. Luego,   unas   cuantas, muy pocas, llegarán a la edad del bronce. Pero su obra tallada, en sólida y dúctil madera de olivo, es quizá la más impresionante. Algunas de aquellas figuras símbolos de sí mismas, paradigmáticas en su soledad sobrepasan los dos metros de altura. Pero no por eso intimidan. En ellas subyace algo cercano y lejano a la vez, algo que proclama un origen antiguo, fundacional y, sin embargo, diferente y casi opuesto a cualquier folklorismo. Cuerpos ensimismados en la perfección de su arcana belleza, cuya inmovilidad parece provenir de una vieja y mágica condena, un remoto y angustiado origen que no obstante proclama su comunión con lo humano universal.

Margarita, parca en sus palabras, familiarizada con unos silencios que uno imagina bullendo de afiebrada energía,

formada en la Católica bajo la guía de Ana Maccagno, y quien luego se impregnaría también de las enseñanzas de la notable artista que fue Cristina Gálvez, partió hace unos años a Costa Rica de donde volvió, tan igual como distinta, a radicar nuevamente entre nosotros. “Sí, regresé con una marquetería más fina, quizá, utilizando más colores. Uno va cambiando, sí. Por suerte, ¿no?” Desde el pasado jueves, sus obras pueden apreciarse en la galería de Lucía de la Puente en la cuadra 8 de Grau, en Barranco.

Jorge Luis Arboleda

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